domingo, 28 de noviembre de 2010

La sombra de Catilina

26 de julio de 2008

La sombra de Catilina se cierne sobre la República. Es una sombra turbulenta, nebulosa, fantasmagórica, que confunde a los espíritus…Promete seguridad bajo su ala protectora, pero en el momento menos esperado retuerce su vientre, se enrosca y asfixia hasta la muerte a quienes se le acercan. Promete seguridad, pero a los que permanecen lejos siempre los alcanza con sus dardos venenosos, los arrastra al vacío, los engulle con su maquinaria homicida.

La sombra de Catilina se cierne sobre la República. Es una sombra negra, impenetrable, asquerosa. Como una baba inmunda ha penetrado todas las instituciones, todos los pilares, todos los cimientos de la democracia. A todos los ha manchado con su escupitajo mafioso y ruín. Todo ha sido manchado, degradado, vituperado. Todo ha sido humillado por las cínicas carcajadas de la sombra de aquel que se cree intocable, superior, inmortal, eterno. Todo ha sido pisoteado por la sombra de aquella vergüenza de la democracia, de aquel cinismo de la corrupción, del nepotismo, del clientelismo.

La sombra de Catilina se alza inmarcesible sobre la República. Y la masa deglute tranquila, apacible, culpablemente ignorante de la realidad subrepticia frente a la cual cierra los ojos, y prefiere no ver que la República peligra, que todo aquello que alguna vez ha considerado sagrado y valioso está al borde del abismo, y que a una palabra de Catilina, todo quedará reducido a pedazos, y todas las libertades, todas las conquistas, todos los derechos adquiridos con la sangre de muchos, arderán bajo el fuego impuro de la dictadura.

La sombra de Catilina avanza implacable, y nadie parece tener la autoridad moral para contenerle. Solo las Universidades, bastión moral del Mundo pueden levantar la voz. ¿Qué harán ahora? ¿Callar? ¿Bajar la cabeza humillada ante la destrucción de las instituciones sagradas? ¿O alzarán la cabeza encendida por la furia ante la osadía de Catilina que amenaza con la destrucción de la democracia? Solo los estudiantes, óxigeno espiritual de la pureza humana, pueden tirar la primera piedra. ¿Qué harán ahora? ¿Ser inferiores a las circunstancias? ¿Reducirse a la condición de receptores acríticos de la información del régimen? ¿O levantarán la voz inflamada por la rabia exigiendo el respeto de la división de poderes, el respeto de las altas cortes, el respeto de la Constitución, el respeto de la voz del pueblo?

Jóvenes, el futuro está en sus manos. A la carga.

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