sábado, 21 de julio de 2012

Gritos de independencia


20 de julio de 2012

Por estos días, en los cuales se cumplen 202 años del grito de independencia del 20 de julio de 1810, y en que se acerca un nuevo aniversario de la victoria final sobre las tropas realistas, del 7 de agosto de 1819 en Boyacá, algunos colombianos celebran con devoción religiosa la victoria del ejército liderado por Simón Bolívar, un criollo venezolano, terrateniente, adinerado y culto, como un símbolo insigne de la causa revolucionaria y la lucha por la libertad.

Mientras tanto, esos mismos colombianos, con el corazón – comprensiblemente – contrito y la razón enceguecida, se solidarizan con el soldado cuyo rostro bañado en llanto ocupó durante días las primeras planas de los periódicos del país, y se encolerizan con la masa desordenada de indígenas mal armados, “incultos” y pobres, que cansados de siglos de indiferencia estatal y de violencia y abusos provenientes de los más variopintos y brutales agentes, decidieron expulsar de su territorio a todos los actores armados capaces de generar violencia en sus tierras,  en un esfuerzo desesperado por defender sus derechos, su vida y su libertad.

Concluyen, esos colombianos, que esa masa informe de indígenas revoltosos en el departamento del Cauca, no es nada distinto a una expresión más del bandidaje terrorista que atenta contra la tranquilidad general, supuestamente conquistada durante el reinado de Uribe.

Lo cierto, sin embargo, es que detrás de la deformación de nuestra historia, la cual retrata la guerra por la independencia como una auténtica gesta revolucionaria y libertadora, se esconde una negra realidad: el grito de independencia del 20 de julio de 1810, así como la causa libertadora que le siguió, proclamó una junta de autogobierno que, invocando su obediencia al rey de España, por ese entonces cautivo de la Francia napoleónica, simplemente pretendía defender sus aspiraciones económicas y políticas, sin que en el fondo hiciera un llamado a liberar al pueblo colombiano.

La guerra de independencia fue en realidad, una batalla por la sustitución de una elite dominante por otra, ejemplificando la que sería más adelante una de las tesis más connotadas de Caetano Mosca; fue un proceso transitorio de suplantación de la oligarquía hispánica por la oligarquía neogranadina, valiéndose de la fuerza física y guerrera de campesinos, negros, mulatos, mestizos e indígenas, hipnotizados y adoctrinados por la ilusión de una vida libre y mejor, la cual en la mayoría de casos nunca llegó.

Y aunque después de la independencia los esclavos fueron liberados, las condiciones que los rodeaban los forzaron a volver a las minas de oro a vender su fuerza de trabajo por un sueldo irrisorio; los indígenas perdieron sus tierras y los campesinos volvieron a trabajar la tierra de sus antiguos o nuevos patronos, en un sistema económico de naturaleza semifeudal que se prolonga aún hasta nuestros días, siendo el departamento de Cauca el ejemplo perfecto.

En suma, la guerra de independencia, vista por muchos como la más grande gesta libertadora, fue en realidad una guerra de suplantación de la clase dominante, con la perpetuación del estado de injusticia existente en lo referente a las clases bajas, morigerado por las ley de libertad de vientres y por la implantación de una instituciones republicanas que, sin embargo, nunca lograron quitarse de encima la mancha de la corrupción.

Si se reflexiona sobre el grado de libertad alcanzado por las clases desfavorecidas antes y después de la independencia, bajo el concepto de libertad positiva de Amartya Sen, en contraposición a la libertad entendida como no interferencia, es forzoso concluir que el avance en la conquista de la libertad fue mínimo. Según Sen, la libertad positiva tiene una relación directa con las capacidades de los individuos. Así, por ejemplo, de nada vale tener derecho al voto si no se tienen medios económicos para ir al lugar en el que están ubicadas las urnas; o de nada vale tener derecho a la educación, si no se tienen los medios económicos para acceder al colegio o la universidad. Ser libre requiere, en esencia, contar con la capacidad formal y material de ejercer la libertad.

Ni siquiera en el plano de lo político podría hablarse de avances significativos. Las mujeres siguieron sin tener derecho al voto hasta muy entrado el siglo XX, el cual les fue concedido por razones de conveniencia política a mediados de siglo; los indígenas y negros siguieron siendo vistos por décadas, aún hasta nuestros días, como subhumanos; las clases bajas siguieron sin tener acceso a educación de calidad, aún hasta hoy; y los desposeídos de siempre siguieron sin tener acceso a las condiciones mínimas que requiere el desarrollo pleno y autónomo de la individualidad humana, tales como servicios públicos o un sistema de salud de alta calidad.

El grito de independencia de los indígenas del Cauca es diferente. Tiene en el trasfondo un reclamo legítimo ante el abandono e inoperancia del Estado y ante la violencia guerrillera, pero es sobre todo un llamado a la liberación de toda forma de dominación violenta, es un llamado al autogobierno pacífico; es un llamado a la superación del orden existente, plagado por la brutalidad, la indiferencia y la violencia, y a la sustitución por uno más humano y pacífico.

En ese contexto, los machetes al aire, los golpes y la arena lanzada sobre los soldados de Colombia son un grito desesperado de indignación; son el golpe lánguido de una comunidad que ha soportado siglos de olvido, dolor y violencia, con la complicidad silente de muchos de nosotros. Esas acciones son deplorables, pero son en realidad una forma de llanto; son una muestra de dolor. Y frente a ese dolor, debemos tener, por lo menos, algo de compasión.

No digo que el grito de independencia de los indígenas del Cauca de julio de 2012 sea mejor o peor que el del 20 de julio de 1810; sólo digo que son diferentes, y que, en el fondo, la preocupación por la libertad, la paz y el progreso humano, es más latente y auténtica en las peticiones, reclamos e indignación del pueblo Nasa que hemos venido presenciando durante las últimas semanas, que en el grito de independencia de 1810.